Juan Carreño de Miranda-Angelote reclinado

DE 102
Angelote reclinado
Juan Carreño de Miranda
Lápiz sobre papel
19,5 x 19 cm
Verjurado, puntizones horizontales a 35 mm
XVII

Juan Carreño de Miranda (Avilés, 25 de marzo de 1614-Madrid, 3 de octubre de 1685) pertenece a la Escuela de Pintura Española del Siglo XVII. Su dibujo destacó en la Corte española de Felipe IV. Pero sobre todo por ser el más conocido retratista de Carlos II. Aún siendo más joven que Velázquez fue su amigo y protegido.

La pintura de este avilesino se encuadra dentro del barroco, perteneciendo a la Escuela Española del Siglo de Oro. Así en su obra se ven influencias de Velázquez, Van Dyck y Rubens. Y entre sus discípulos destacan Juan Martín Cabezalero, Mateo Cerezo, José Jiménez Donoso, y otros.

Nacido en en el seno de una familia aristocrática. De hecho, en 1658, fue elegido como representante de la villa de Madrid por el estado de la nobleza. Así estudió con Pedro de las Cuevas y Bartolomé Román. Y en su dibujo se capta la elegancia y psicología de los personajes de la Corte madrileña. Así pudo ascender en ella, y ser nombrado Ayuda de la Furriera en 1669 y Pintor del Rey en septiembre de 1669.

A partir de este punto, su obra se vuelve eminentemente retratista. Aunque había realizado sin embargo junto a Francisco Rizi, varias composiciones de frescos de tema religioso. Así se tiene constancia de pinturas en la Catedral de Toledo, en la Capilla de las Reliquias y en la iglesia de Atocha de Madrid. Del mismo modo, dos óleos de la vida de San Isidro Labrador para la capilla del Santo en la iglesia de San Andrés. Pero desgraciadamente todo ello ha desaparecido.

Tampoco han sobrevivido el conjunto de pinturas al fresco y de asunto mitológico que pintó para el Alcázar de Madrid.  En opinión de Alfonso E. Pérez Sánchez esta obra estaba influida por Tiziano, bajo la dirección de Angelo Michele Colonna y Agostino Mitelli.

Por el contrario han sobrevivido hasta hoy,  las pinturas al fresco de la cúpula de la iglesia de San Antonio de los Alemanes (o los Portugueses) de Madrid. Estas obras estaban ejecutadas en colaboración con Rizi y dedicadas a la glorificación de san Antonio de Padua.

Pese a su origen noble, se cuenta que rechazó, a diferencia de Velázquez, la dignidad de Caballero de la Orden de Santiago. Así en loa del Arte de la Pintura manifestó: «La pintura no precisa honores. Puede darlos al mundo entero». Antonio Palomino en su Museo Pictórico, alaba su discreción, modestia y buen natural. Así afirma que Carreño era siempre cordial y amigable en su trato con otros artistas de la época.

A su muerte, su viuda completó su testamento con diversos legados para varios amigos y discípulos. Entre ellos Francisco Ignacio Ruiz de la Iglesia, Pedro Ruiz González y Jerónimo Ezquerra. De su impresionante legado de retratos existe una gran muestra en el Museo del Prado. Y del mismo modo una buena representación en el Museo de Bellas Artes de Asturias.

Utilizó el tipo de retrato oficial elaborado desde Antonio Moro en el siglo XVI: un retrato austero, solemne y de gran refinamiento cromático. Pero, generalmente, con pocas alusiones explícitas a la dignidad del retratado.

También a esta escuela de retratistas pertenecieron Sánchez Coello, Sofonisba Anguissola y el propio Velázquez.

Debemos asociar el presente dibujo con dos obras conocidas de Juan Carreño, cuyas imágenes adjuntamos: Una Inmaculada, de colección particular madrileña, en la que se observa en el ángulo inferior derecho un angelote exactamente igual al nuestro. En lo que respecta al boceto del reverso de nuestro dibujo, puede ponerse en relación con la figura de la parte inferior izquierda del óleo de la Fundación de la Orden Trinitaria, existente en la Academia de Bellas Artes de Viena.

Bueno
Colección del Carmen