Podemos enmarcar esta obra, de autor anónimo, dentro de la Escuela de Pintura Española del Siglo XVIII, pudiendo fecharla alrededor del último tercio de ese siglo, tanto por la grafía, filigrana ó estilísticamente.

Acompañamos este dibujo con otras imágenes complementarias que podrían ayudar a la identificación de la autoría, en concreto con dibujos del estudio de «Aníbal cruzando los alpes» en el taccuino goyesco de los años 1770 a 1773.  Si bien no es una prueba definitiva en cuanto a la autoría, creemos que los datos que explicamos a continuación pudieran dar alguna pista sobre su autor. Nos referimos, concretamente, a las similitudes que se intuyen si pensamos en la obra goyesca, y sus condicionantes, exigidos por la Academia de Parma al  publicar las normas que debían regir para los concursantes que intervinieran en  su concurso de pintura del año 1771, en el que, como es bien sabido, Goya intervino, dentro de su aventura italiana, con un magnifico cuadro, remitido al conde Carlo Dalla Torre Rezzonico por Goya en Abril de 1771,  descubierto gracias al denominado Cuaderno Italiano al que hacíamos referencia, existente en una colección mallorquina española, adquirido a través de las gestiones realizadas por el Museo del Prado hace algunos años gracias al buen hacer de Manuela Mena, en el que aparecen los bosquejos preliminares del artista, adivinándose  dudas evidentes  sobre la composición final de la obra presentada al concurso. Dentro de ésta línea, es significativo que, como primera aproximación, nos damos cuenta del poco conocimiento que, entonces, tenia (supuestamente) Goya de las armaduras ó uniformes del ejército romano ó cartaginés, en el caso de que se confirmara la autoría. Asimismo,  siguiendo ésta linea argumental, podríamos interpretar que la figura del genio exigido  por  los condicionantes de la Academia y que da la mano a Aníbal, «in contraposto» como en el cuadro definitivo, al contemplar por primera vez Italia desde los Alpes, ha sido sustituido por el artista, de una manera un tanto simplista, por la simbología de una lámpara en su mano izquierda.