Girolamo Francesco Maria Mazzola (Il Parmigianino) – La resurrección de Cristo

DIT 168
La resurrección de Cristo
Girolamo Francesco Maria Mazzola, Il Parmigianino
Pluma y aguada parda sobre papel
31,6 x 22,4 cm
Verjurado, puntizones verticales a 33mm
Firmado en reverso. Filigrana no identificada
XVI

Girolamo Francesco Maria Mazzola (Parma, 11 de enero de 1503 – Casalmaggiore, cerca de Cremona, 24 de agosto de 1540), llamado il Parmigianino por su lugar de nacimiento, además de por su reducida estatura y aspecto grácil.

Fue un pintor italiano, considerado uno de los máximos exponentes del manierismo.  Se formó en su ciudad con sus tíos Pier Ilario Filippo y Michele Mazzola, modestos pintores de provincia. Continuó su periodo de aprendizaje en contacto directo con Correggio que en ese momento trabajaba en los grandes ciclos de frescos de Parma. Su primera obra es de 1519, El Bautismo de Cristo. Se dedica además a la decoración de algunas capillas del templo de San Juan Evangelista. Hacia 1523 trabaja en el tocador de Paola de Gonzaga en la Rocca de los Sanvitale en Fontanello, donde hace una recreación de la estancia de San Pablo de Correggio. Instalado en Roma, en 1524, conoce la obra de Miguel Ángel y Rafael Sanzio, quienes le influirán decisivamente. En la ciudad se sabe que tomó parte en los encuentros y discusiones que tenían lugar en la casa de Paolo Valdambrini, secretario del Papa Clemente VII, a los que acudía Rosso Fiorentino, Perin del Vaga y Giulio Romano. Entre las obras de este periodo destaca La visión de San Jerónimo de 1525, Desposorios Místicos de Santa Margarita y el Retrato de Lorenzo Cybo, del mismo año. Tras el Saqueo de Roma (1527), se instala en Bolonia. Allí encomienda a Antonio da Trento la reproducción de diseños suyos mediante xilografía de chiaroscuro, que imita las texturas de la acuarela; actualmente se conocen seis planchas, como Martirio de dos santos y La sibila tiburtina y el emperador Augusto. La relación entre el maestro y el grabador no hubo de terminar cordialmente, y éste huyó llevándose pertenencias del taller, según las crónicas.

Parmigianino retorna posteriormente a su ciudad natal, donde pasó los últimos años de su vida atormentado por los constantes requerimientos del capítulo de la iglesia de Steccata, que le apremiaba para que finalizase los frescos que le habían sido encargados en 1531. Encarcelado a causa de las deudas, logró huir a Casalmaggiore. Allí mientras que trataba de resolver sus problemas mediante la alquimia, murió desesperado con sólo 37 años. Obra y estilo La Madona del cuello largo, 1535-1540, óleo sobre tabla, 214 x 133 cm, Galería de los Uffizi, Florencia. La importancia de su obra supera ampliamente el hecho de contarse con pocas obras legadas. Entre ellas se encuentran La conversión de san Pablo de 1527 y el Autorretrato ante el espejo (ambos en el Kunsthistorisches Museum de Viena), La Virgen de la Rosa de 1529, La Virgen del cuello largo (hacia 1535; Galería de los Uffizi de Florencia), la Esclava turca y la Antea. Su obra y su personalidad se afirman en contacto con el primer manierismo toscano y, a través de las obras de los grandes maestros Rafael y Miguel Ángel, consiguiendo traducir en términos originales los modelos del Renacimiento con una orientación ya plenamente manierista. Para él la función del arte era trasmitir sensaciones exquisitas y excitantes, para lo cual tuvo que crear una necesaria artificiosidad. De Correggio asimilará el clasicismo, convirtiéndolo en manierismo, manteniendo el ilusionismo del primero pero traduciéndolo a modelos más decorativos y una mayor vitalidad de las formas. En los Esponsales de Santa Catalina, de 1521, hay una rebuscada elegancia en las formas y una composición en la que todas las figuras giran alrededor del pedestal de la Virgen, este cuerpo geométrico se va a repetir deliberadamente en toda la composición, incluso el marco arquitectónico aparece con forma semicilíndrica. La Visión de San Jerónimo, realizada tras su llegada a Roma y tras conocer las obras de Rafael y Miguel Ángel, es una obra que resume todas esta experiencias. La dimensión de sus personajes y su expansividad formal se inspiran en Miguel Ángel, pero la energía propia de este artista se reduce y se sustituye por la elegancia. La sibila de Tibur y el emperador Augusto, grabado diseñado por Parmigianino y grabado por Antonio da Trento. Hay grandiosidad en las apariencias y dignidad en la representación del tema, aunque parece haberse evaporado todo sentimiento específicamente cristiano. Esta representación ilustra la actitud de las creencias de la Roma de Clemente VII, virtualmente indiferente a los valores tradicionales de la devoción cristiana, para la cual los símbolos religiosos y el dogma solo poseían una dimensión estética. En sus obras posteriores a su estancia en Roma, mantendrá el aire elegante y en ciertos momentos majestuoso, tendiendo cada vez más a una belleza abstracta y una gracia artificial.

Restaurado, buena conservación
Colección del Carmen, sello de colección no identificado